ANALIZAR LA RELACIÓN
hombre-máquina nos remite constantemente a la pregunta sobre
nuestra naturaleza. Pero si partimos de que ésta es artificial
y de que la máquina, más que separarnos de lo que se llama
natural, nos lleva a revisar el modo de conocer, pensar y reconocer
una forma de relacionarnos con el mundo, quizás el hombre occidental,
tal como lo dibujan las añoranzas de los románticos a
finales del siglo XVIII y a lo largo del XIX, ha perdido su capacidad
de vincularse con lo orgánico, y a su vez ha construido, de manera
paralela, tecnología.
Habrá entonces que llevar a cabo una búsqueda de lo que
conlleva el problema de la tecnología y no rechazarla a priori,
sino rastrear su origen y descifrar su humanidad. De alguna manera,
nuestro presente es el futuro de la Modernidad. Nos ha alcanzado
el futuro maquínico en que la máquina domina al hombre
y se hace presente el monstruo del cyborg. Hallamos el punto
donde el hombre-máquina se manifiesta como uno de los grandes
mitos del siglo XX. Aunque la tecnología
apunta hacia el porvenir, más bien, como dice William Barret,
nos remonta a lo más primitivo del ser humano al haber creado
un demonio terrorífico, incontrolable, avasallador, que se manifiesta
de manera paradójica como "amenaza
y salvación".
AMENAZA
Es imposible mirar la máquina a primera vista. Si el avance técnico
rebasa, y en cierta forma, engulle al ser humano, puede afirmarse que
la técnica misma y sus posibles aplicaciones constituyen un dominio
sobre la naturaleza, y los hombres un dominio
metódico, científico, calculado y calculante.
No es que determinados fines e intereses de dominio sólo se advengan
desde fuera, sino que entran ya en la misma construcción del
aparato técnico. La técnica es, en todos los casos, un
proyecto histórico-social en el que se proyecta lo que una comunidad
y los intereses en ella prevalecientes se proponen hacer con los hombres
y las cosas.
Nos cuesta trabajo percibir, confrontar, enfrentar el problema de la
técnica como ideología, o mejor dicho, pensamos que es
ajena a ella y a la vez creemos que es muy poco humana. La separación
de la técnica y de las humanidades la ubica como una cuestión
alejada del ejercicio del pensamiento, toda vez que la tecnología
es aparentemente mecánica, y nuestra relación con ella,
automatizada.
Otra cosa sucede cuando observamos de manera detenida la tecnología.
Cuando nos fascinamos frente a la inteligencia
de la máquina
se congela un instante de la historia de la humanidad y devela al monstruo;
de pronto, descubrimos que se ha impregnado en todo quehacer humano;
a partir de que el hombre introduce la ciencia y la mecánica
al pensamiento, la filosofía se deshumaniza y la técnica
se vuelve tácticas de vida dominadoras, y así "las
tendencias del individuo se canalizarían de tal modo para servir
a los requerimientos de la sociedad, que se eliminaría la posibilidad
de la reaparición del hombre rebelde para siempre"1.
El proceso de "modernización" supone que el individuo
queda determinado a seguir ciertas reglas y técnicas para vivir;
es evidente que no se trata de una simple modernización, sino
de una estrategia que universaliza el poder y que hace válida
la superioridad de cierta visión del mundo. El sistema-mundo
capitalista instaura así un dominio sobre las relaciones legítimas
de producción.
Si la técnica está estructurada conforme al trabajo y
está pensada por una estructura lógica del éxito,
no será fácil desprendernos de esta visión instrumentalista
de lo técnico, como si tuviéramos que crear una nueva
técnica y cambiar la organización de la naturaleza. Según
Habermas, el problema de la transformación del saber técnico
en conciencia práctica no solamente ha variado hoy de orden y
de magnitud, es decir que ya no se reduce a las técnicas de los
oficios clásicos aprendidas pragmáticamente, sino que
ha adoptado la forma de informaciones científicas que pueden
transformarse en tecnologías.
Durante el siglo XX se ha puesto de manifiesto la verdadera cara de
la tecnología como devastación. El desarrollo tecnológico
y los cambios que lo acompañan al parecer no tienen límite:
guerras mediáticas, sistemas de control cada vez más sofisticados,
la red como instrumento de vigilancia, automatismo desenfrenado, experiencias
mediadas, transestéticas de la banalidad y manipulación
genética. No se vislumbra en el horizonte un modo de detener
este vertiginoso "avance" del que ignoramos, a ciencia cierta,
hacia dónde pueda llevarnos y surge la pregunta
fundamental de la ciencia y de la técnica contemporáneas:
"¿de dónde se obtendrán las cantidades suficientes
de carburante y combustible? La pregunta decisiva es ahora: ¿de
qué modo podremos dominar y dirigir las inimaginables magnitudes
de energía atómica y asegurarle así a la humanidad
que estas energías gigantescas no vayan de pronto - aun sin acciones
guerreras - a explotar en algún lugar y aniquilarlo todo?"
2.
SALVACIÓN
La idea de que la máquina es ajena al hombre (Marcuse) procede
de un desconocimiento de la máquina y de sus potencialidades,
más que de la estructura de la máquina misma. Ciertos
autores han distinguido entre la técnica y el trabajo y han considerado
que éste es más fundamental que la primera. Simondon dice
que "el objeto técnico ha sido aprendido
a través del trabajo humano, pensado y juzgado como instrumento,
auxilio o producto del trabajo"3.
Frente a ello propone el autor la idea de una aprehensión directa
de lo que hay de humano en la propia técnica.
Lo que el hombre moderno considera propiamente humano está
más cerca de lo maquínico que de lo bucólico. Para
Descartes, el hombre es una máquina que piensa; acaso será
éste el fenómeno más relevante acerca de la artificialidad
humana, creer que la realidad no es algo dado sino algo que hay que
ir conquistando a fuerza del pensamiento de la razón. El hombre,
para Descartes, de alguna manera tiene voluntad y alma; sin embargo,
los animales son autómatas, es decir que reaccionan de forma
mecánica a las excitaciones externas. El Automatismo es la característica
de las máquinas que consiste en llevar a cabo una serie de operaciones
sin más intervención humana que la construcción
de la máquina y su puesta en funcionamiento. La automatización
es la característica de las máquinas capaces de conducirse
a sí mismas según ciertas normas dadas, más variadas
y flexibles que las que corresponden al mero automatismo. Así,
una máquina automática puede fabricar planchas de metal
ejecutando todas las operaciones que llevan a este fin, de modo que
no haya intervención humana entre el momento en que recibe el
material y la entrega del producto ya terminado. En cambio, una máquina
automatizada puede no solamente fabricar automáticamente tales
planchas, sino también regular por sí misma el espesor
y otras características, modificando sus operaciones de acuerdo
con los resultados previstos. La máquina automatizada comprueba
por sí misma las condiciones de su trabajo. A partir de la filosofía
moderna y de los avances científicos que constituyen una visión
mecánica del conocimiento, se emplea este modelo para generar
máquinas. El hombre, en su afán de dominio y al descubrir
la potencialidad de la nueva ciencia, comprendió que es digno
de imitarse mediante las máquinas, para representar todas las
funciones de que se compone el proceso circular de la acción
instrumental. Primero, las funciones de los órganos ejecutores
(mano y pie); luego, las funciones de los órganos de los sentidos
(ojo y oído); finalmente, las funciones del órgano de
control (cerebro).
Cuando la máquina rebasa los limites de la instrumentalidad,
nos preguntamos ya no por su mera funcionalidad, sino por la relación
que se genera a partir de que ésta altera nuestra percepción;
en este sentido, no estamos hablando de una simple herramienta, sino
de una prótesis. En el siglo XX se logró la modificación
de lo humano a partir de la máquina; se creó un "nuevo
órgano". No sólo surgió la posibilidad de
reconstruir el cuerpo del hombre, sino que se modificó la experiencia,
dando lugar a vivencias a través del aparato.
Hagamos un análisis de dicha relación usando como punto
de partida el texto No escribo sin luz artificial, de J. Derrida,
ya que en éste se hace una crítica a la forma como se
ha cuestionado a la máquina. Le parece que es normativa y simple
la manera de abordar el problema de la relación entre el hombre
y la máquina, y lo ilustra con un ejemplo: la máquina
de escribir es vista como algo negativo en el sentido de que la forma
de escribir sin ella es más próxima a lo humano. Hagamos
una analogía con lo afirmado por Walter Ong, en su texto Oralidad
y escritura, ya que los griegos de la época de Homero valoraban
lugares comunes porque no sólo los poetas, sino el mundo intelectual
oral o el mundo del pensamiento, dependía de la constitución
formularia del pensamiento. Este conocimiento, una vez adquirido, tenía
que repetirse constantemente o se perdía. Para la época
de Platón, los griegos por fin habían interiorizado efectivamente
la escritura. El almacenamiento del conocimiento escrito liberó
la mente hacia el desarrollo de un pensamiento distinto. Pero aun así
Platón considera la escritura más artificial, ya que aleja
y mediatiza, a diferencia de la oralidad, que le parece más cercana
al alma. Quizá algo parecido sucede con la pluma y la máquina
de escribir.
Pero Derrida no cuestiona que el fin de la máquina de escribir
sea facilitar la escritura, sino que su uso, como el de cualquier otra
máquina, crea, entre ésta y el ser humano, nuevas relaciones,
mucho más complejas, ya que no sólo hay una intervención
del artificio, sino una intencionalidad que le corresponde. Cuestiona
si en realidad se sustituye lo manual cuando hay una intervención
de la máquina. Más bien, lo que sucede es
"otra inducción, otra orden del cuerpo a la mano, y de la
mano a la escritura"4.
Toda la historia de la escritura ha sido dominada por la mano; aquí
el problema fundamental es la introducción del artefacto, es
el desplazamiento paulatino de la mano, pero quizá lo que habría
que cuestionarse no es la sustitución, sino la forma como se
usa la mano, ya que intervienen las dos manos y se usan todos los dedos.
"Todo esto formará parte, durante cierto
tiempo todavía, de una historia de la digitalidad"5.
Pero, ¿qué sucede cuando, aparte de la modificación
de la mano, surge un momento donde la máquina responde, donde
hay un diálogo con un "interlocutor
anónimo".La
pregunta que plantea Derrida es que, además del diálogo,
hay algo que no sabemos sobre la máquina; no sabemos su función,
y ésta se convierte en un dispositivo ficcional. "En
ese secreto sin misterio reside frecuentemente nuestra dependencia respecto
a muchos instrumentos de la tecnología moderna que sabemos utilizar,
sabemos para qué sirven, sin saber qué sucede con ellos,
en ellos, en su territorio; y esto debería hacernos pensar sobre
nuestra relación con la técnica hoy, sobre la novedad
histórica de esta experiencia".6 La
representación del hombre ante el aparato resulta alucinatoria;
hay una "antropologización" del aparato. El aparato
no es predecible, es un "otro vigilante".
Se tendrá, entonces, que replantear el concepto de experiencia,
y también la relación con nuestro cuerpo. ¿Acaso
el aparto se convierte en una extensión de nuestro cuerpo? De
alguna manera, podemos responder afirmativamente, pero en los aparatos
hay también intencionalidad y determinada sistematización;
en ellos se aplica cierta criterología. Existe un criterio para
que la cámara o el aparato seleccione aquello que quiere ver,
y no puede ver más que eso; además, tiene su propia forma
de ver.
La modificación del exterior a partir de la web es algo muy interesante
planteado por Derrida, ya que, a partir de una nueva relación
con la máquina, la forma de percibir la experiencia también
se altera. La computadora crea otro lugar, otro espacio paradójico,
porque es exterior y la vez tiene una parte alucinatoria, pues, más
que haber un lugar específico, es un movimiento y un transcurrir
continuos. "Ya no existe el exterior. O mejor dicho,
en esta nueva experiencia de la reflexión especular, `hay más
exterior´ y la vez ya no hay exterior. Uno se ve sin verse envuelto
en la espiral de ese fuera / dentro, arrastrado por otra puerta giratoria
del inconsciente, expuesto a otra llegada del otro".
7 Otra característica de esta alteración es la ubicuidad:
el exterior no sólo se modifica, sino que también nos
atraviesa esta forma azarosa de penetrar distintos lugares y poder estar
en varios y perdernos en el abismo de lo hallado. ¿Qué
es lo que modifica esta forma de relacionarnos con lo técnico?
Lo cierto que nos enfrenta a repensar las "relaciones
del pensamiento con la imagen, con el lenguaje, con la idea, con el
archivamiento, con el simulacro, con la representación."8
La obscuridad del aparato nos deja siempre perplejos al querer desentrañar
su misterio, pero lo mejor sería, como hace Baudrillard, ironizar
respecto del problema: "Para nosotros, esta presencia
sagrada se ha reducido a un pequeño resplandor irónico,
a un matiz de juego y de distanciación, pero que no por ello
deja de ser una forma espiritual, detrás de la cual se perfila
el genio maligno de la técnica, que se preocupa en persona de
que el secreto del mundo permanezca bien guardado. El Espíritu
Maligno vela bajo los artefactos, y se podría decir de todas
nuestras producciones artificiales lo que Canetti dice de los animales,
que detrás de cada uno de ellos hay alguien oculto que se ríe
de nosotros." 9
1. Barret, William, La ilusión de la técnica,
p xi
2.Heidegger,Serenidad. http://habitantes.elsitio.com/hpotel/heidegger.htm
3. Ferrater, Mora. Diccionario de filosofía,
Tomo 4, p.3451
4. Derrida, No escribo sin luz artificial,
p.21
5. Derrida, op.cit. p.22
6. Derrida, op.cit. p.23
7. Derrida, op.cit. p.29
8. Derrida, op.cit. p.32
9. Baudrillard, Jean, El crímen perfecto,
p.102