Es una estructura sólo similar a sí misma. Al
descubrir que la naturaleza no permitía clasificarse en puntos,
líneas, superficies y cuerpos geométricos simples, sino
que ésta se constituía por una extensa gama de dimensiones
intermedias fragmentadas, en donde ciertos datos matemáticos
revelaban la existencia de objetos filigranas; el matemático
Benoît Mandelbrot comenzó una investigación alrededor
de lo que denominó fractales, palabra que se deriva del latín
fractum, que significa interrumpido, irregular o quebrado.
La tesis que desarrolló Mandelbrot suponía que, si tenemos
una dimensión cero del punto y una dimensión 1 de la línea,
entre ellas hay miles de dimensiones intermedias; y lo mismo sucede
entre la línea y el plano y entre éste y el espacio. En
estas dimensiones intermedias se ubican sistemas fractales que se caracterizan
porque cada parte de los objetos que conforman esos sistemas, contiene
la información total del objeto al que pertenece. La generalidad
de esta característica se observó a partir de los algoritmos
que se generaban en las dimensiones intermedias. Esta característica
permitió ampliar cualquier parte del objeto fractal; y sucedía
que sí se variaba el parámetro de tal forma, se provocaría
que en el interior de la parte elegida del objeto se repitiera otra
parte del mismo conjunto de esa parte, o incluso se reencontrará
el total del objeto que se estaba ampliando. A este fenómeno
de repetición del objeto en el objeto mismo, que puede ser visible
gráficamente, se le nombró homotecia. Si retrocedemos
a la descripción de un objeto geométrico, éste
muestra en sí mismo una forma fragmentada, que está muy
bien detallada y que goza de una dimensión propia. Esta dimensión,
por medio de un valor numérico, va a permitir observar el grado
de fractalidad del objeto en cuestión.