regresar al inicio  
 

 

PARA LOS GRIEGOS
hay una diferencia fundamental entre lo natural y lo artificial. Lo natural es lo orgánico, lo vivo, lo autónomo y espontáneo, mientras que lo artificial significaba algo muerto, sin alma, y por lo mismo, inferior a lo natural. Para el griego, hay dos tipos de entes: los generados por la physis y los producidos por la tejné. Los seres generados por la naturaleza tienden por sí mismos a la realización de un fin; son entes que están en acto, acabados, por lo que no podría darse en ellos nada realmente nuevo. La naturaleza sigue un curso propio, se hace a sí misma sin la participación humana.

De manera muy diferente, advienen al mundo los entes como producto de la poiesis o acto fabricativo. Para tal efecto, se requiere de una facultad humana o un proyecto que está estrechamente ligado con la mente del artífice y con la materia. Para el griego, lo artificial consiste en producir a partir de la imitación; el hombre se basa en una idea primera y a partir de ello concibe su entorno. El pensamiento griego se aleja mucho del actual porque no violenta el orden natural de las cosas. Quizá lo que no vamos a entender jamás ya como humanos occidentales tocados por la luz de la razón es la estrecha relación entre Eros y Poiesis.

DENTRO DE LA TRADICIÓN
hermética (S. XVI) existe una visión distinta a la griega, principalmente a la aristotélica, en el sentido de que esta última cree que lo artificial es inferior a lo natural. Los herméticos concebían el mundo como magos, hacedores de un don divino que les permite comprender el curso de la naturaleza y, de este modo, tenían poder de inferir en él para generar algo nuevo y reorganizar lo antiguo. Era una forma de crear un universo dentro del Universo.
La visión de los herméticos sugiere una ruptura con el pensamiento griego, aunque su pensamiento tiene una forma genuina de entender el concepto de creación, ya que lo identifican con el concepto de magia; no existe en él el concepto de innovación, pero lo importante es que existe una analogía con el pensamiento moderno en cuanto al hecho de crear un universo propio.

SE PUEDE HABLAR
de modernidad
a partir del siglo XV. El concepto de modernidad se utilizó para distinguir el presente como un culto a lo nuevo; se usó para distinguir lo cristiano de lo pagano romano. De esta manera, se crea una conciencia de época. El término aparece y desaparece en Europa para resignificar algo considerado digno de imitar, a partir de que existe la idea de ser "moderno" en el sentido de la ciencia moderna, es decir de progreso, de hallar una fuente infinita de conocimiento y avance.

Le pertenece al artista o al filósofo descifrar la enigmática y conflictiva cuestión de la modernidad; de alguna manera, se vuelve espectador en un escenario que está en las múltiples y diversas escenografías de las ciudades: las calles; pero el espectador calla y observa a multitudes de humanos que viven en su íntima cotidianeidad y quizá se ven alterados, pero aun así habrá quien nunca se entere de eso que Occidente ha inventado como modernidad, y que en su pasiva inquietud sólo se vea afectado por la espectral figura del huracán.
Afirma Walter Benjamin:


"...y éste deberá ser el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de datos, él ve una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso."

La relación del hombre moderno con la naturaleza, como la define Hobbes, se torna violenta: homo naturae lupus (el hombre lobo de la naturaleza). La naturaleza es entendida como algo manipulable o explotable para beneficio del humano; de ella se extraen toda clase de riquezas. Este humano se ve inmerso en una dinámica nueva del trabajo, de la producción. "El trabajo es la causa de la riqueza. El hombre se autoproduce produciendo productos"1. En este sentido, el artefacto de la vida cotidiana ha perdido su simbólica significación cultural. A diferencia del artesano medieval, el hombre conquista otro terreno: el del arte. Los objetos adquieren una dimensión de mercancía, mientras que el arte guarda una forma de creación simbólica. El pensamiento moderno después del "yo pienso" cartesiano identifica lo hecho con lo creado, así que le da valor supremo a lo hecho por el hombre. Lo verdadero y lo hecho son recíprocamente lo mismo. Para Descartes, la esfera artificial es la que sostiene la comprensión de la naturaleza. No hay ninguna diferencia entre lo creado por la naturaleza y lo creado por las máquinas, principalmente por la maquinaria humana:"entre las máquinas que constituyen los artesanos y los diversos cuerpos que la naturaleza compone por sí solas no existe diferencia y más aún todas las cosas artificiales son por ello naturales"2.

Mientras que el "yo pienso" tiene una fundamentación teórico-teológica, con Giambatittista Vico, en su De Antiquissima italorarum sapientia (1710), la cuestión se establece como una ontología-poiética, como la llama Dussel. "Porque el mundo fue creado al mismo tiempo que la nada, debemos admitir la siguiente definición: lo verdadero creado; es idéntico con lo hecho, mientras que lo verdadero creado es generado"3. Aquí surge la distinción entre lo generado y lo creado; el hombre adquiere la potencialidad de un dios al poder hacer sus propias creaciones. Vico es quien introduce el concepto de ciencia como imitadora (imitatrix). El hombre como hacedor cobra conciencia de lo que produce la naturaleza y hace lo mismo con ayuda del artefacto (ficticio), aunque si comparamos estos artefactos con los producidos en la actualidad, veremos que aún tienen un halo un tanto más abstracto, en algún sentido ingenuo, llamado por Dussel literaria poética y entendiendo poética como innovación. Estamos hablando de una ciencia nueva y, más que eso, de un nuevo método para entender el mundo: "una revolución epistemológica". De esta manera, cambia el orden de lo natural: el sujeto es quien determina al objeto, y en esto radicaría esta revolución. Para poder comprender con mayor precisión esta revolución, es necesario adentrarnos, aunque superficialmente, en dos aspectos de la filosofía kantiana, a saber: lo que el pensador alemán caracteriza como "revolución copernicana", y la forma de entender la creación artística como la artificialidad suprema del hombre; además, cómo ésta exige un determinado genio.

En la Crítica de la razón pura, Kant sostiene que, a partir de las investigaciones de Galileo, no podemos seguir entendiendo de la misma forma la relación que se establece entre ser humano y naturaleza. Para que la física pueda alcanzar el rango de la auténtica ciencia, debe operarse un cambio radical en la relación entre sujeto y objeto. Aquél no puede ser ya el discípulo pasivo de la naturaleza, sino que más bien tiene que proponerles a los seres naturales las leyes fraguadas por la razón y, de alguna manera, forzarlos a adecuarse a ellas. El ser humano ya no es sólo un descifrador de la naturaleza; ahora, en cierto sentido, la construye. Recordemos que para Kant la naturaleza es un conjunto de leyes, y éstas sólo pueden existir como patrimonio de la razón. Por eso, la revolución epistemológica va de la mano con una revolución ontológica.

En lo que al arte se refiere, en el pensamiento kantiano éste adquiere un valor distinto. Cuando decíamos que los productos pierden su valor simbólico cultural, es porque la artesanía, de alguna manera, es retribuida en un trabajo, mientras que el arte se compara con el juego: es un acto libre.
Hay una distinción entre el arte y la naturaleza. Este hacer se identifica con el obrar, con la libertad en algún sentido; es la manera en que se asemeja el individuo con dios; no sólo crea instrumentos, sino que hace una obra propia, algo que va más allá de la naturaleza. Lo interesante es que el objeto artístico tiene ciertos criterios subjetivos impuestos que lo hacen bello, "Por lo tanto para el arte bello se requiere imaginación, entendimiento, espíritu y gusto"4 .


De esta manera, se va gestando una forma de cultura dominante y una idea de genio creador. El concepto de artificial, en este sentido, está ligado al arte, más que a la técnica; hay un desprendimiento de la producción tecnológica con la artística, ya que la técnica es meramente instrumental; no tiene ya la importancia que anteriormente se le daba; no hay ya un control de la producción material; sin embargo, de lo artístico sí, porque tiene ciertos criterios de originalidad.

Para entender el concepto de olvido a la técnica, se debe precisar que existe toda una filosofía de dominio que encierra la explotación exagerada de la naturaleza y del trabajo, y de la misma manera sublima los artefactos creados por la humanidad, PRINCIPALMENTE EL ARTE.

 

1Dussel, Enrique. Filosofía de la producción, p.52

2 Gortari Eli, Siete ensayos filosóficos sobre la ciencia moderna. p.52

3 Dussel, op.cit p.53

4 Kant, La crítica del juicio p.21